martes, 27 de marzo de 2012


Historias de reinos olvidados, de duendes silenciados y hadas des aladas, arboles con historias que contar y oídos ciegos.
Así comienzo mi historia: hace 17 años en un patio entre azaleas y bifloras coloridas, un Shohin de naranjo seguía desapercibido. Cerca de 10 años después supe que era un bonsái en la categoría de menos de 25 centímetros; En letras de Anne Swinton comprendí que se podría recrear paisajes vivos, cuadros que levantan olores, poesía que se encarna en los ojos y supervive en el alma tal cual como hacían los japoneses desde hace mas de 2000 años. Su libro me llevo a “devorarme” si cabe, varias docenas de libros de bonsái. En el 2001, nervioso, vi y toque por primera vez un bosque de Junípero Squamata, ya sabía su nombre científico. Lo miraba como intentaba recrear una cascada verde entre piedras volcánicas, me trasporto a paisajes de cuentos cuando era niño e intentando salirme de la línea de marco, cuando dibujas  quise, que eso que veía me acompañara el resto de mi vida.
Ya la vida se ve verde, salgo y todo lo veo con ojos de … me atrevería a decir, si se me permite de artista de bonsái. Aunque no todas las plantas las quiera empequeñecer, cambia la vida y la forma de pensar, ya no me creo el rey de la naturaleza sino una parte mas de ella y aprendo a tenerle de igual forma,  amor perpetuo y miedo de sus locuras. Quiero contribuir con unos pequeños gramos de oxigeno  a desintoxicar el mundo. Mi mundo.
Gracias por leerme