Historias de reinos olvidados, de duendes silenciados y
hadas des aladas, arboles con historias que contar y oídos ciegos.
Así comienzo mi historia: hace 17 años en un patio entre
azaleas y bifloras coloridas, un Shohin de naranjo seguía desapercibido. Cerca
de 10 años después supe que era un bonsái en la categoría de menos de 25
centímetros; En letras de Anne Swinton
comprendí que se podría recrear paisajes vivos, cuadros que levantan olores,
poesía que se encarna en los ojos y supervive en el alma tal cual como hacían
los japoneses desde hace mas de 2000 años. Su libro me llevo a “devorarme” si cabe,
varias docenas de libros de bonsái. En el 2001, nervioso, vi y toque por
primera vez un bosque de Junípero Squamata, ya sabía su
nombre científico. Lo miraba como intentaba recrear una cascada verde entre
piedras volcánicas, me trasporto a paisajes de cuentos cuando era niño e
intentando salirme de la línea de marco, cuando dibujas quise, que eso que veía me acompañara el resto
de mi vida.
Ya la vida se ve verde, salgo y todo lo veo con ojos de … me
atrevería a decir, si se me permite de artista de bonsái. Aunque no todas las
plantas las quiera empequeñecer, cambia la vida y la forma de pensar, ya no me
creo el rey de la naturaleza sino una parte mas de ella y aprendo a tenerle de
igual forma, amor perpetuo y miedo de
sus locuras. Quiero contribuir con unos pequeños gramos de oxigeno a desintoxicar el mundo. Mi mundo.
Gracias por leerme